Alberto Hurtado te habla en el Metro por Pablo Walker, sj
5 Febrero 2021 a las
12:51
Por Pablo Walker, sj/ Publicada por La Segunda
Partió como una obra para el Metro y terminó como un homenaje a la vida en común. Algo muy profundo de la vocación del Hogar de Cristo quedó grabado en esos muros: una ciudadanía nacida del reconocerse mutuamente. Se requería de una artista monumental -Beatrice Di Girólamo- y de un trabajo “mano a mano” con las organizaciones de estos barrios -el antiguo Chuchunco- para condensar en una Estación de Metro historias de lucha inscritas en objetos de credibilidad inapelable: puertas, aleros, interruptores, fonolas, narrando sueños compartidos.
Al servicio de este proyecto de renovación de la pequeña Estación del Metro –inicialmente llamada Pila del Ganso-, se pusieron el Hogar, la Fundación Padre Hurtado, las instituciones del Estado y la empresa privada: a la honra de esa dignidad que nos iguala y nos precede. La decencia de las lágrimas, de la sangre, del sudor por lo que se ama. El resultado salta a la vista, no contado con tinta sino con vidas, no en papel sino en andenes, no con palabras sino con surcos que nadie desmiente. La palabra nobleza quedó así grabada en los mangos de las herramientas que vemos en esos esas cuatro esculturas que cuelgan de las paredes.
Algo tiene esta obra -de color, volumen y materialidad sin maquillajes- que recuerda a la “poesía impura” de Neruda: “La agrupación, uso y desuso de los materiales, las huellas del pie y los dedos, la constancia de una atmósfera inundando las cosas desde lo interno y lo externo”. Algunos de esos “objetos vivos” -utensilios, ventanas, letreros- hicieron oír su voz en los pasajes y plazas de las poblaciones mucho antes de que por ellas caminara el padre Hurtado. Otros llegaron a Chuchunco después, habitaron el pequeño patio, el improvisado taller, la diminuta pieza, como testigos de epopeyas por parar la olla, por criar cabros chicos y por cambiar el destino sombrío que te asignaba un país.
El Evangelio de Jesús se sentirá a gusto en este lugar: estará ahí humanizando, inspirando otra orientación a los rumbos de los viajeros. Y aquellas frases que nuestros abuelas oyeron a Alberto Hurtado -“La caridad empieza donde termina la justicia”; “Si tú no vienes, una obra quedará sin hacerse”- volverán a oírse con los pulmones y las cuerdas de las cosas.
Beatrice tejió con carne viva estas esculturas: los vecinos llegaron con sus joyas de madera y los viejos del Hogar las ensamblaron. Una estación de Metro quedó transformada en santuario, con los afanes de la vida real, con los afectos salvados del olvido. Ahí nos esperarán para hablarnos al oído -ahí donde siempre vamos apretujados, chequeando nuestra estampa en la ventana negra- unos muros vestidos con la vida de los que nos precedieron.