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Muerte y esperanza en Curicó

Cecilia Ponce, subdirectora operación social centro sur Hogar de Cristo

1 Febrero 2021 a las 11:52

Poner el brazo a la aguja, dar muestras de saliva diaria, seguir los protocolos. En suma, cuidarse para cuidarlos, como dice uno de nuestros hashtag en pandemia llamando a nuestros trabajadores a protegerse y proteger así a las 4.500 personas de extrema vulnerabilidad que atendemos en nuestros programas residenciales.

Vacunarse es una acción clave en todos los casos, pero crucial cuando se es población de riesgo, por eso, esperamos con ansias que todos los adultos mayores de nuestras residencias y el personal que los cuida estén inmunizados en breve. Para ellos, para los residentes, contagiarse es una cuestión de vida o muerte.

Un brote de COVID-19, como el que estamos logrando superar en la residencia de adultos mayores Carmen Martínez Vilches de Curicó, donde en poco más de un mes perdimos a 14 adultos mayores no valentes, se ensaña con los más débiles, cuando logra traspasar todos los estrictos protocolos. A esas 14 personas se sumaron otras 4 por patologías de base o propias de su avanzada edad en un brevísimo tiempo, dejando en evidencia la letalidad del virus en personas con el nivel de fragilidad de los residentes del ELEAM de Curicó.

Esa es la noticia que consignan los medios, pero lo que resulta menos evidente es de qué se trata el trabajo cotidiano en estos programas.

Acompañar y asistir a personas en condición de dependencia requiere mucha experiencia; es una tarea integral, 24/7. Se las debe asistir en su aseo y confort, lo que implica conocerlas muy bien para respetar sus tiempos, intimidad, costumbres. El cuidado de su salud y la mantención de su funcionalidad exige rutinas precisas e impostergables, como mover sus extremidades, cambiarlos de posición en la cama o en las sillas de ruedas, ayudarlos a moverse. Esto debe hacerse al menos cada 2 horas, porque si no pueden generárseles escaras, trombosis, depresión, desorientación. Otro tema clave es la alimentación e hidratación. Por eso, cuando no se cuenta con equipo de planta presente porque también se ha contagiado, todo se vuelve más complejo, a lo que, en el caso de Curicó, se sumó la dificultad de  conseguir personal de reemplazo en medio de la cuarentena y del natural temor, en plena temporada de recolección de fruta, cuando abunda el trabajo.

Pese a esto, el compromiso, la delicadeza de mantener informados a los familiares de los residentes, de contener emocionalmente a los residentes sanos y a los recuperados, de desarrollar dinámicas para manejar las pérdidas y el duelo de trabajadores y acogidos, y de innovar buscando soluciones creativas para prever posibles brotes en otras residencias, como una “happ”, una aplicación que permite a través de la saliva testear a todos los trabajadores al ingreso a diario e informales a través del teléfono cómo están en relación al virus, dan cuenta de lo que significa jugarse por los grandes y los más vulnerables de Chile en una emergencia sanitaria crítica e inédita en todo el mundo.

 

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