Por Mauricio Zorondo, jefe de operación social del Hogar de Cristo en Maule Sur
21 Diciembre 2021 a las
19:10
En Linares, no existe ningún programa público o privado que acoja a las 20 mujeres en situación de calle que deambulan por la ciudad. Ni siquiera existe una hospedería que las reciba, por lo que se ven obligadas a guarecerse en veredas, bancos, plazas, rincones y agujeros. La mayoría tiene muy baja escolaridad, proviene de sectores marginales, arrastra largas experiencias de abuso, maltrato y abandono.
Sin acceso a agua potable, luz, salud, techo, educación, trabajo, tampoco cuentan con un trato digno; son discriminadas y muchas padecen violencia y se someten al maltrato por supervivencia. Lo indignante es que en nuestra ciudad esto no genera revuelo, ni debates ni preocupación política. Existe una suerte de pasividad cómplice. Como ellas no protestan, no hacen performances feministas, no tienen redes sociales, no votan, nadie literal y coloquialmente “las pesca”, salvo que sea para abusar de ellas.
Si no nos movilizamos, continuarán atrapadas en su pequeño y precario mundo. Una realidad que debería involucrar a gobiernos regionales, empresas, ciudadanía y organizaciones. Sí, se puede y se debe. En el caso de estas 20 mujeres, todas las desigualdades están interconectadas entre sí, en un concepto nuevo que se llama “interseccionalidad de género”, y consiste en que las niñas, adolescentes y mujeres pueden ser víctimas de discriminación múltiple, producto del cruce de factores como pobreza, consumo problemático de alcohol y otras drogas, trastornos mentales, origen étnico, discapacidad física, las que se agravan simplemente por ser mujeres. Hacer algo por ellas debe ser una causa prioritaria de todas… y todos.