Muchos han visto todo un símbolo, una potente metáfora, en que el flamante presidente Gabriel Boric haya escogido vivir entre Esperanza y Libertad, en pleno Barrio Yungay de Santiago.
Para ellos, estas dos propiedades añosas y unidas para albergar a los más pobres entre los pobres, son la única solución cuando el frío arrecia, están enfermos o las de por sí peligrosas condiciones de vivir y dormir en la calle se vuelven aún más críticas, como sucedió inmediatamente después de estallido social.
Ciento cuarenta residentes hubo por esos días de toque de queda, protestas, represión y violencia, en que se debió abrir sobrecupos.
Y apenas 36, en mayo de 2020, en la peor etapa de la pandemia, cuando se produjo un brote de COVID-19, todos los trabajadores se contagiaron, y los hombres de la calle auto gestionaron la hospedería con apoyo telemático de los trabajadores sociales, demostrando una tremenda responsabilidad y capacidad de organización.
Casas del barrio, mejoradas por la iniciativa Trato Hecho Vecino
Hace 30 años, cuando se inauguró la Álvaro Lavín, había al menos seis residenciales baratas en el barrio, pero la mayor supervisión y control municipales ha obligado a varias a cerrar y a otras a entrar al negocio del arriendo de piezas u otros fines.
El albergue solidario de calle Esperanza no cobra. Sólo pide un aporte voluntario por pasar la noche, ducharse, comer y desayunar a los que pueden, por una cuestión de dignidad más que de provecho económico. Los muy mayores o con problemas de salud física y mental graves que los limitan permanecen en la hospedería todo el día, como es el caso de un bailarín y trapecista del circo Timoteo que cayó al suelo sin red de seguridad.
José es vecino de Gabriel Boric y le pide que se ocupe de la droga, que es lo que detiene a las personas en su desarrollo.
El dispositivo social cuenta con varias iniciativas notables de inclusión, como la alianza con la fundación Trato Hecho Vecino, que consiste en que los hombres de la Hospedería –muchos de ellos avezados obreros de la construcción– hagan trabajos de reparación y mejoramiento en las casas del barrio por precios muy convenientes y dirigidos por voluntarios, que son arquitectos expertos en patrimonio. Gracias a esto, para varios vecinos “los borrachos de la Lavín”, hoy son “los maestros de la Lavín”, logrando una convivencia armónica y derribando prejuicios.
Pero Yungay ha cambiado, hoy el tráfico de drogas y la delincuencia campean. “Está más peligroso Yungay que La Legua”, nos dice un trabajador social que conoce ambos territorios.
La llegada del presidente de la República y de su dispositivo de seguridad, sin duda, ahuyentarán a narcos y otros delincuentes. Pero también –y eso se escucha entre los hombres de la Lavín– a las personas en situación de calle. Cuentan que el municipio ya les advirtió a los que duermen la plaza Portales que deben salir de ahí por la proximidad con la residencia del presidente Boric, sin darles ninguna alternativa.
El caso me trae a la memoria una viñeta de Quino, donde la inquieta Mafalda se pregunta: “¿Qué hacemos con los pobres?”, y su frívola amiga Susanita le responde: “Escondámoslos”.
Ojalá la proximidad del flamante presidente Boric con los hombres de la hospedería más grande de Chile, nos ayuden a tomar un camino distinto, como el revolucionario programa “Vivienda Primero”, que tan buenos resultados ha dado en muchos países del mundo y que en Chile empezó a aplicarse en 2019 y ya está en varias regiones con alentadores resultados.
Resulta paradójico que estos hombres huérfanos de todo vivan en Esperanza, y existe esperanza en que el nuevo vecino que llega a instalarse a Huérfanos haga algo por ellos y las más de 20 mil personas en situación de calle. Algo serio y definitivo.