Miriam Luz Palma Guzmán. Ni sumisa, ni devota: ejemplo de fortaleza
7 Julio 2016 a las
14:59
Para esta mujer la vida no ha sido nada fácil, pero el amor a sus hijos y sus ganas de superarse han sido sus puntales para salir adelante.
Es la mayor de tres hermanas y su infancia estuvo marcada por la separación de sus padres, hecho que dejaría huellas en su vida para siempre. Sin duda, para Miriam su niñez fue muy dura, llena de privaciones, de dolores, decepciones, una época de preguntas sin respuestas a la cual pudo sobrevivir y en la que su único foco fue estudiar, ser siempre la mejor alumna. El colegio y la educación fueron su única vía de escape, el lugar en donde encontraba un espacio grato, hasta que su padre le quitó la posibilidad de seguir.
Los malos recuerdos y experiencias fueron una constante. “Siempre mi madre nos hacía callar o acostar antes que llegara mi padre”. El acoso también estuvo presente en la vida de Miriam, pues más de una vez fue abusada por el pastor de la Iglesia a la que su padre asistía. “Jamás llegó a violación, pero mi padre nunca me creyó, lo único que recuerdo son sus golpes hasta romper en sangre mi boca y nariz, donde fuera él dejaba su sello”. “El pedir a gritos que alguna vez se le pasara la mano y terminara conmigo, era un pensamiento latente tras cada golpiza. A los 16 años ya estaba casada, ya que mi padre me comprometió a los 13 años con un hombre de 23, al cual no conocía mayormente. Pasé muchas cosas, a la primera cachetada lo dejé, la pasé muy mal, sin apoyo de nadie…”
“Empecé a trabajar, luego conocí a otro hombre con el cual tuve una relación por 12 años y en donde nacieron mis otros hijos, pero con él también comenzó la violencia, hasta el punto en que mi hijo de 11 años me trató de defender con un cuchillo en mano”.
Un punto de inflexión
Conocía el Hogar de Cristo sólo por televisión y por el aporte que entregaba en el supermercado. “Las paradojas de la vida, siempre aporté en cada compra y nunca imaginé que un día serían mis hijos y yo quienes viviéramos de ese aporte. Llegamos a la Casa de la Mujer en el año 2007, ya que por los constantes hechos de violencia con mi ex pareja, en Carabineros me dieron el número de la casa de protección. Al llegar fue muy difícil de aceptar la situación, era como tocar fondo, pero sólo había una cosa por hacer, y era subir”.
En este proceso Miriam conoció muchas historias que marcaron su paso por este lugar, como la de Marcela que con sus dos hijos y su déficit cognitivo luchaba por mejores oportunidades, o la de Anita que llegó apuñalada y les decía en silencio, saliste a tiempo del infierno. “Cada una de aquellas mujeres marcó mi paso, me fortalecieron, me enseñaron, hicieron que descubriera quién soy ahora. Hoy puedo decir que he podido cumplir algunos sueños y metas; el ver a mis hijos dormir tranquilos, que están grandes y con sus propios caracteres, me hace feliz… el haber terminado una carrera para darles mejor vida me llena de satisfacción”. Con toda esta historia a cuestas, demuestra su sabiduría entregando un consejo para las demás mujeres.
“Nunca dejes que lastimen tu esencia, nada y nadie vale la pena más que quererte, cuidarte de todo lo que te puede hacer daño, el amor construye y no destruye. Somos mujeres, damos vida y desde esa perspectiva, somos fuertes, somos grandes, valemos mucho, somos únicas y mientras un hombre sepa eso y lo respete, habrá algunos que no querrán que lo descubras. Sin embargo llénate de ti, de tu fortaleza, empodérate de tus fuerzas, sostente en pie y da el primer paso a una nueva vida, da el primer paso a vivir como te lo mereces, como una mujer”.